miércoles, 4 de marzo de 2009

La estupida guerra en contra de la pirateria

Este post no deberia ser llamado asi, ya que para empezar, la guerra a la que estoy haciendo referencia, no tiene nada de pirateria, mas bien diria yo que es una guerra en contra de la difusion cultural, una guerra en contra de la inteligencia humana y tampoco deberia ser llamada guerra sino mas bien un atropello estupido en contra de un hombre al que se le deberia agradecer en vez de tratarlo de la forma en que la justicia argentina lo esta haciendo.

la historia empieza asi, Horacio Potel es un profesor universitario argentino, al cual se le inicio un procedimiento judicial debido a que la Camara Argentina del Libro considero que en el profesor violaba los derechos de autor al abrir unos sitios de internet en donde se difundian datos y textos de Derrida, Heidegger y Nietzsche en español, lo cual hacia sin animo de lucro y con el unico fin de retroalimentarse en su estudio de estos 3 filososfos y su amor por la cultura, ya que consideraba que el internet era un medio idoneo para este fin, pero tal parece que sus acusadores no lo ven de esa manera y para ellos el poner esos textos es un robo y debe ser castigado como tal.

realmente se me hace una soberana estupidez querer juzgar a alguien por difundir algo que ya es del dominio popular, es por ejemplo si ahorita pusiera algun poema que ya me se de memoria, ¿que pasaria? tendria que pagar derechos por saberme algo que nos enseñan en las escuelas o que podemos encontrarlo en cualquier biblioteca? que pendejada!!!!

y hablando de escritores y poemas este año fue nombrado el año de Jaime Sabines en Chiapas, en lo personal me gusta bastante la forma en la que escribia, uno de mis poemas favoritos de el es este:

La Luna

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.


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